Todo comenzó con una plática casual con mi mamá. Estábamos recordando películas antiguas, cuando me mencionó una que había visto en su juventud y que la había dejado marcada por su estética y su atmósfera. Me dijo que no recordaba el nombre, pero que era una joya de los 80s, con duendes, una princesa y un ser oscuro con enormes cuernos. Intrigada, empezamos a buscar, y finalmente dimos con ella: Legend.
Hay películas que no solo se ven, se sienten. Legend es una de ellas. Una que no me esperaba, una que me envolvió lentamente como la niebla que cubre su bosque encantado. No sabía qué esperar cuando la puse por primera vez, pero desde el primer minuto supe que no era una película cualquiera.
Dirigida por Ridley Scott (sí, el mismo de Blade Runner y Alien), Legend fue estrenada en 1985 y desde entonces se convirtió en una obra de culto para los amantes del dark fantasy. Sin embargo, en su momento fue un fracaso de taquilla y recibió críticas mixtas. Muchos no supieron cómo clasificarla: ¿era una película infantil? ¿una fantasía oscura para adultos? Su ambigüedad fue su condena inicial... y con el tiempo, su mayor virtud.
Lo que más me impactó fue la atmósfera. No se trata solo del vestuario, los escenarios o los efectos prácticos (que, por cierto, son espectaculares para la época). Es la sensación constante de estar soñando. Cada escena parece una pintura viva, con luces que titilan como si fueran parte de otro plano de existencia. Hay algo inquietante y hermoso en cómo se presenta el bien y el mal, la luz y la oscuridad.
La iluminación juega un papel fundamental. Ridley Scott y su director de fotografía, Alex Thomson, construyen el mundo de Legend con luces filtradas, reflejos, velas y fuentes de luz tenue que crean un efecto etéreo y casi teatral. En las escenas del bosque, la luz natural se mezcla con brillos artificiales que acentúan lo mágico; y cuando Darkness aparece, todo se sumerge en una penumbra cálida y carmesí. No es casualidad: la iluminación aquí no solo decora, sino que narra.
La historia puede parecer simple: una princesa, un héroe, un villano. Pero la forma en que está contada lo cambia todo. El Señor de la Oscuridad no es solo un enemigo más. Es una figura magnética, imponente, con un diseño visual tan poderoso que aún pienso en él días después. Tim Curry logra una actuación que te atrapa, te tienta, te asusta. Representa ese lado oscuro que a veces negamos, pero que nos atrae.
Y por otro lado, está Jack (Tom Cruise), el héroe ingenuo y puro. No es un guerrero épico, sino un joven que aprende a enfrentar el caos desde su vulnerabilidad. La princesa, en cambio, rompe con el arquetipo clásico en ciertos momentos, especialmente cuando la vemos ser seducida por la oscuridad y enfrentar sus propias sombras.
Ver Legend fue como entrar a un sueño lúgubre lleno de belleza. Me recordó que las historias oscuras no son necesariamente tristes; a veces son necesarias para descubrir lo que hay dentro de nosotros mismos. Esta película me dio eso: un espejo en forma de cuento.
No es una película para todos los gustos, pero si amas la fantasía con tintes góticos, los símbolos, la poesía visual y las historias que se sienten más que se entienden... entonces sí, Legend es una joya que necesitas experimentar.
Y lo más bonito de todo: la descubrí gracias a un recuerdo de mi mamá. A veces, los tesoros vienen del pasado, envueltos en nostalgia, esperando a ser redescubiertos.
Para tí, Kiki
Cuéntame, ¿sabías de esta joya dark fantasy? Te leo.